Café con... leche

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junio 25, 2024

Diego sueña con lamer la ropa interior de María José, sintiendo en su lengua, a través del tejido de las braguitas, las primeras oleadas de fluidos de su madura y bella secretaria.  

Cada mañana, Diego llega a su despacho en la empresa familiar. Se encuentra en una especie de altillo, con grandes ventanales, desde los que puede observar el trabajo de sus empleados en el almacén situado en el plano inferior, así como a su personal administrativo.

Todas las mañanas se produce la misma rutina: Diego, una vez llegado a su despacho, le pide un café a Maria José, su secretaria. El café tiene que ser solo, con poca azúcar y, lo más importante, tiene que estar muy caliente. A Diego no le gusta el café caliente, pero tarda unos minutos en tomarlo desde que la buena de María José se lo acerca.

La secretaria es ajena a lo que ocurre una vez que le lleva el café a su jefe. Éste vive en secreto una pasión ilimitada por ella. María José es una mujer de edad mediana, de pelo moreno y de cuerpo bien formado, con unos pechos que Diego calcula que deben de corresponder una talla 95, vientre plano y un buen culo que hace las delicias de su jefe siempre que ella sale de su despacho.

Una vez entregado el café, María José se dispone a ocupar su lugar de trabajo, ubicado un poco por debajo del de su jefe, el cual tiene desde el suyo una vista inmejorable de la mujer. Desde su propio sillón de trabajo, y sin necesidad de morverse, puede ver las piernas de su empleada, ya que ella siempre viste muy femenina, con faldas que, al sentarse, apenas cubren la mitad de sus muslos.

Diego utiliza su ubicación privilegiada para soñar mientras observa trabajar a su secretaria. Recorre el cuerpo de la mujer con sus ojos encendidos, inyectados en sangre y pasión, en deseo de probar sus labios, de devorar sus pechos, de lamer su pezones hasta convertirlos en dos piedras rosadas y dulces. Sueña con hundir su cabeza entre las piernas de la mujer, bajo su falda, mientras su manos se aferran con fuerza a sus pechos y a su culo, rotundo y delicioso. 

Diego sueña con lamer la ropa interior de María José, sintiendo en su lengua, a través del tejido de las braguitas, las primeras oleadas de fluidos de su madura y bella secretaria, para con los primeros jadeos y gemidos de la mujer, arrancarle la ropa interior y poder hundir su lengua, sin nada que se le interponga, en el mojado y dulce coño de la mujer.

En ese punto, la polla de Diego ya está lo suficientemente dura como para sacarla del pantalón y del bóxer, y ofrecérsela como el más preciado regalo a su secretaria, la cual la recibe como él merece: rindiéndole pleitesía y devoción. La lengua de la mujer la recorren, en una caricia que no tiene principio ni final, una caricia que envuelve aquella verga y sus huevos, llevando la lengua desde estos últimos hasta la punta de su capullo, cada vez más enrojecido, caliente y duro.

A continuación, María José abre su boca. Lo hace despacio, sin dejar de mirar a los ojos de su jefe y acariciando a la vez sus huevos, cada vez más duros. Una vez que su boca se ha abierto lo suficiente, deja que la polla dura y grande de Diego entre en ella hasta acabar tocando el fondo de su garganta.

En ese momento comienza una danza coordinada y suave de los dos cuerpos que, poco a poco, se va a haciendo más intensa y ruda. La polla de Diego no deja de entrar y salir de la boca de María José, mientras que ésta acoge cada vez con mayor deseo la verga de su jefe, acariciándola y succionándola con su lengua y sus labios, mientras que sus dedos, de forma instintiva, masturban su coño y su clítoris, cada vez más mojado y sensible.

Justo cuando el café deja de humear, un potente chorro de leche, tan caliente como el café, llena la boca y la garganta de María José, que la traga con la misma habilidad y destreza con la que maneja las facturas de la empresa y la agenda de su jefe. Sentir el chorro caliente del néctar de Diego deslizándose por su garganta le provoca a la mujer un estímulo adicional. Un pellizco de placer inunda su coño, recorriéndole todo el cuerpo. Sus dedos se han convertido en la más dura y potente polla que, sin descanso, follan su coño, haciendo que del mismo no dejen de aflorar más y más jugos, hasta que, apenas un minuto después, y entre verdaderas convulsiones provocadas por el placer ilimitado que sacude todo su cuerpo, María José se corre, disfrutando de un orgasmo tan intenso como prohibido.

En ese momento, con la mano mojada por su propio semen, la frente perlada por el sudor, y los remordimientos de quién se sabe incapaz de dar el paso definitivo, Diego comienza remover el contenido de su taza antes de tomarla despacio, dejando que su polla, más tranquila y relajada, vuelva a la situación de reposo, en espera del siguiente café.

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