julio 3, 2024
El calor del verano se sentía en cada rincón del apartamento. La ventana abierta permitía una ligera brisa que apenas movía las cortinas blancas. Laura estaba sentada en el sofá, vestida con una camiseta fina y unos shorts cortos que delineaban sus curvas. Había terminado de leer un libro, pero su mente seguía divagando en las fantasías que despertaban en ella.
El sudor se acumulaba en su frente, así que decidió tomar una ducha. El agua fría recorrió su cuerpo, llevándose consigo el calor del día. Sentía cada gota resbalando por su cuello, bajando por sus hombros, y siguiendo su camino por sus pechos hasta su vientre. Cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación refrescante y excitante del agua.
De repente, escuchó un ruido en la puerta del baño. Era Marcos, su vecino. Habían tenido una amistad teñida de una atracción mutua que ambos intentaban ignorar. Pero en ese momento, el calor y la soledad rompieron las barreras entre ellos.
Marcos, alto y de piel morena, entró en el baño sin decir palabra. Sus ojos oscuros brillaban con deseo al ver a Laura bajo la ducha. Se acercó lentamente, y Laura, sin abrir los ojos, sintió su presencia. El aire se llenó de una tensión eléctrica, y el sonido del agua se convirtió en un susurro lejano.
Marcos se despojó de su camiseta, revelando un torso musculoso. Sin prisa, se metió bajo la ducha con ella. Laura abrió los ojos y se encontró con su mirada, una mezcla de deseo y ternura. Sin decir una palabra, él tomó su rostro entre las manos y la besó. Un beso profundo, lleno de pasión contenida durante mucho tiempo.
Las manos de Marcos exploraron el cuerpo de Laura, acariciando cada centímetro de su piel mojada. Ella respondió con caricias igualmente intensas, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo, el contraste de la frescura del agua y la calidez de sus manos. Se besaron con más urgencia, sus cuerpos se acercaron aún más, sus respiraciones se entrelazaron.
Laura dejó que sus manos bajaran por el pecho de Marcos, sintiendo cada músculo, cada movimiento bajo sus dedos. El deseo era insoportable, una llama que había sido encendida y que ahora ardía con fuerza. Marcos la levantó suavemente, y Laura envolvió sus piernas alrededor de su cintura. El agua seguía cayendo sobre ellos, pero ya no importaba. Lo único que existía era el contacto de sus cuerpos, la unión de sus almas en un momento de pura pasión y entrega.
Marcos bajó la mano, deslizándola por su muslo hasta llegar a su entrepierna. Laura soltó un gemido al sentir sus dedos acariciar suavemente su intimidad, moviéndose con una habilidad que la hizo estremecer. La presión aumentó y Laura arqueó la espalda, apretando sus muslos alrededor de él. Sentía cada toque, cada caricia, como si fueran oleadas de placer que recorrían su cuerpo.
No podía esperar más. Laura llevó sus manos al pantalón de Marcos, desabrochándolo con rapidez. Su erección se liberó y ella la tomó en sus manos, sintiendo su dureza y la suavidad de su piel. Lo guió hacia su entrada, y Marcos, con un movimiento lento y deliberado, la penetró profundamente. Ambos soltaron un gemido de placer al sentir la conexión íntima.
Marcos comenzó a moverse rítmicamente, entrando y saliendo de ella con una cadencia que los hacía gemir al unísono. Laura lo abrazó con fuerza, sus uñas arañando suavemente su espalda mientras sus cuerpos se movían en perfecta sincronía. El placer aumentaba con cada embestida, una danza de cuerpos mojados y deseosos bajo la ducha.
Laura sentía que cada embate de Marcos la llevaba más cerca del clímax. Sus gemidos se volvían más fuertes, sus movimientos más urgentes. Marcos aumentó el ritmo, sosteniéndola con firmeza mientras sus caderas se movían con una precisión que la hacía perder la razón. La tensión se acumulaba en su vientre, una presión deliciosa que estaba a punto de explotar.
Finalmente, Laura alcanzó el clímax, un grito ahogado escapó de sus labios mientras su cuerpo se convulsionaba de placer. Marcos la siguió poco después, dejándose llevar por el éxtasis que recorría su cuerpo. Permanecieron así, abrazados bajo la ducha, respirando con dificultad mientras el agua caía sobre ellos, llevándose consigo el sudor y el cansancio, dejando solo el eco de su pasión compartida.
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