junio 19, 2024
Alba y Vega, dos amigas inseparables desde la infancia, decidieron que era hora de una aventura. Con las responsabilidades del trabajo y la vida cotidiana pesando sobre ellas, se convencieron mutuamente de que necesitaban unas vacaciones. Después de muchas deliberaciones, eligieron Cuba como su destino. Las playas paradisíacas, la rica cultura y el ritmo de la salsa les llamaban.
—No puedo creer que estemos haciendo esto —dijo Alba, ajustando sus gafas de sol mientras miraban el horizonte desde el avión.
—Lo sé, ha sido una larga espera, pero lo estamos haciendo realidad —respondió Vega, sonriendo y brindando con su vaso de jugo de naranja.
El vuelo fue relativamente corto, y antes de que se dieran cuenta, estaban aterrizando en La Habana. Desde el primer momento, Cuba las cautivó. Los edificios coloridos, los autos antiguos y la calidez de su gente las hicieron sentir como si hubieran entrado en otro mundo.
Después de un breve recorrido por La Habana, tomaron un taxi hacia Varadero, conocido por sus playas de arena blanca y aguas cristalinas. El hotel era impresionante, con palmeras que se mecían suavemente con la brisa y una vista directa al mar.
—Esto es el paraíso —murmuró Alba, dejando caer sus maletas y corriendo hacia la playa.
Vega la siguió, riendo y disfrutando de la sensación de la arena bajo sus pies. Ambas se tumbaron en tumbonas, cerraron los ojos y se dejaron llevar por el sonido de las olas y el calor del sol.
El primer día lo pasaron relajándose y tomando sol. Cuando el sol empezó a bajar, decidieron que era hora de probar los famosos mojitos cubanos. Se acercaron a un chiringuito en la playa, donde un simpático barman les preparó las bebidas.
—Salud por nuestras vacaciones —dijo Vega, levantando su vaso.
—Salud —repitió Alba, brindando con ella.
Mientras disfrutaban de sus mojitos, observaron a la gente alrededor. Fue entonces cuando lo vieron. Un hombre alto, moreno, con un cuerpo fibroso y bronceado, caminaba por la playa. Sus movimientos eran seguros y tenía una sonrisa encantadora. Alba y Vega intercambiaron miradas; ambas se dieron cuenta de que les había llamado la atención.
—Creo que deberíamos hablar con él —sugirió Vega, con una sonrisa traviesa.
—¿Por qué no? —dijo Alba, levantándose.
Ambas caminaron hacia él, con una mezcla de nerviosismo y emoción. Cuando se acercaron, él les sonrió.
—Hola, soy Alex —se presentó con una voz profunda y amigable.
—Hola Alex, yo soy Alba y ella es Vega. Nosotras estamos de vacaciones aquí, ¿y tú? —preguntó Alba.
—Yo también. Vine a disfrutar de la playa y relajarme un poco —respondió Alex.
Pronto se encontraron charlando y riendo como si se conocieran de toda la vida. Alex resultó ser una compañía encantadora, y su presencia hizo que la tarde fuera aún más especial.
Cuando el sol se escondió, Alex les propuso ir a un chiringuito cercano donde se podía bailar salsa. Alba y Vega, emocionadas, aceptaron. El lugar estaba lleno de gente, con la música vibrante y los ritmos sensuales llenando el aire.
—¿Bailamos? —preguntó Alex, extendiendo una mano hacia Alba.
Ella asintió, y pronto se encontraron en la pista de baile, moviéndose al compás de la música. Alex era un excelente bailarín, guiándola con facilidad. Vega no tardó en unirse, bailando con otros turistas y lugareños, disfrutando del ambiente festivo.
Entre baile y baile, los mojitos seguían fluyendo. La noche avanzaba y la química entre ellos era innegable. Alex alternaba entre Alba y Vega, y ambos disfrutaban de su compañía.
El calor del baile y el alcohol habían creado una atmósfera cargada de tensión. En un momento, mientras bailaban, Alex tomó a Alba por la cintura y la acercó más a él. Sus miradas se encontraron y, sin pensarlo, se besaron. Fue un beso lleno de pasión, y Alba sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Vega, que había estado observando, no pudo evitar sentir una mezcla de sorpresa y excitación. Cuando Alex volvió a bailar con ella, ocurrió lo mismo. Sus labios se encontraron y la química fue innegable.
La noche se volvió más intensa. Entre risas, besos y caricias, los tres se sintieron más conectados que nunca. La decisión fue mutua: querían seguir disfrutando de la velada juntos.
Regresaron al hotel, riendo y hablando de lo maravillosa que había sido la noche. Cuando entraron en la suite, la atmósfera cambió. La luz tenue y la brisa marina que entraba por la ventana creaban un ambiente íntimo.
Alex tomó a Alba y la besó profundamente, mientras Vega observaba, sintiendo cómo la excitación crecía en su interior. Pronto, Alex se volvió hacia Vega, repitiendo el gesto. La noche se llenó de caricias, besos y susurros, mientras exploraban sus deseos y fantasías.
Los tres se dejaron llevar por la pasión, disfrutando de cada momento sin preocuparse por el mañana. Fue una noche inolvidable, llena de intensidad y conexión.
La mañana siguiente, el sol entró tímidamente por las ventanas, despertándolos. Alba, Vega y Alex se miraron y sonrieron, recordando la noche anterior. Había sido una experiencia única y especial.
—Esto ha sido increíble —dijo Alba, estirándose y suspirando de satisfacción.
—Definitivamente una noche para recordar —agregó Vega, acariciando suavemente el brazo de Alex.
Alex sonrió, satisfecho de verlas felices.
—Me alegra haberlas conocido. Estas vacaciones han sido mucho más especiales gracias a ustedes —dijo, besándolas a ambas en la mejilla.
El resto de las vacaciones, los tres continuaron explorando Cuba juntos. Visitaron lugares históricos, disfrutaron de más playas y, por supuesto, siguieron bailando salsa y bebiendo mojitos. La conexión entre ellos se hizo más profunda, y aunque sabían que eventualmente tendrían que separarse, decidieron disfrutar de cada momento al máximo.
El último día de las vacaciones llegó demasiado rápido. Alba y Vega se encontraban en la playa, mirando el horizonte una vez más. Alex se unió a ellas, y los tres compartieron un último mojito.
—Este ha sido uno de los mejores viajes de mi vida —dijo Vega, con una sonrisa nostálgica.
—Para mí también —agregó Alba, mirando a Alex con cariño.
—Lo mismo digo. Gracias por compartirlo conmigo —respondió Alex, abrazándolas a ambas.
Se despidieron con la promesa de mantenerse en contacto y de recordar siempre las maravillosas vacaciones que habían compartido en Cuba.
Mientras el avión despegaba, Alba y Vega miraron por la ventana, con la certeza de que esta aventura sería un recuerdo que atesorarían por siempre.
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