Martina

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agosto 28, 2024

Lo de esa chica fue brutal. Acababa de llegar a Kapital, una de las discotecas de moda de entonces en Madrid. Me acerqué a la barra y le pedí a Paul, el camarero de siempre, un ron con cola. Iba a darle el primer sorbo cuando se colocó a mi lado una chica delgada, rubia de bote y nos pechos que se me antojaron operados porque el tamaño no se correspondía con el resto del físico.

Le dijo a Paul que la sirviera lo mismo que estaba tomando yo. El nivel de voz fue más alto de lo necesario y me dio a entender que lo que pretendía era que la escuchara yo. Me la quedé mirando y se puso a bailar sensualmente delante de mí mientras le preparaban su copa.

Nada más ponérsela en la barra, le dio un sorbo y con cara de sorpresa dijo que se alegraba que de yo tomara un combinado que le gustaba y así no mezclaba distintas bebidas. La miré con cara de extrañeza porque no entendí lo que quería decir. Me lo aclaró enseguida.

-          Porque si bebemos los dos lo mismo, cuando nos morreemos, no tendremos sabor a distinto alcohol – dijo

-          Y porque sabes que nos vamos a morrear – pregunté como quien tiene dominada la situación.

Me planto un morreo devorándome la lengua con la suya dentro de mi boca, al tiempo que se ponía delante de mí para que no se viera que me estaba sobando la polla por encima del pantalón y restregaba las tetas contra mi pecho. Por mi parte poco tenía que plantearme. Había ido a buscar una chica para echar un polvo y ella me había encontrado a mí.

-          Paul cóbrame las dos copas que nos vamos a buscar algún sitio discreto para follar – le dije mirando a la chica a los ojos y su respuesta fue apretarme el pene con más fuerza.

Como me conocía todos los rincones del local por ser asiduo y haber librado muchos polvos allí, me la llevé junto a los altavoces al final de la zona de baile. Era de los sitios más discretos y oscuros y sin mediar palabra volvió a meterme la lengua la boca y yo correspondí subiéndole el corto vestido por delante y metiendo dos dedos en su interior. Para mi sorpresa no llevaba bragas.

Empezó a moverse en torno a mis dedos para colocárselos en el sitio adecuado. Cuando empecé a hacer círculos con un dedo sobre su clítoris, me puso mi otra mano sobre sus pechos y me la estrujo. A buen entendedor pocas palabras le son suficientes para entender lo que quería. La pincé con dos dedos el pezón y empezó a retorcerse gimiéndome en la boca. Esta vez fui yo quien la metió la lengua hasta la garganta en el justo momento que se corría.

Cogió la mano que había estado jugando en su sexo y se la llevó a la boca para chuparme los dedos. Cuando me la soltó volví a metérselos de nuevo en la vagina y se los saqué para chupármelos yo mismo. Al sacárselos tan solo me cogió uno y se lo metió en la boca para demostrarme lo que pretendía hacer con mi polla.

Miré a ambos lados y como no había nadie pendiente de nosotros le puse la palma de la mano encima de su cabeza y presioné hacia abajo. No tuve que decir nada. Según iba descendiendo detrás de la columna de sonido, me iba desabrochando la bragueta y bajando la cremallera. En el momento que tuvo la polla a la altura de la cara se la metió en la boca.

Los círculos que me hacia sobre el capullo con la lengua fueron suficientes para ponérmela a tono, momento que aproveché para empezar a follársela entrando hasta que la punta chocaba con su garganta para luego retroceder. Fue ella la que entonces tomó el mando y cada vez que se la metía me retenía dentro de ella taponándose la tráquea hasta que se quedaba sin aire y entonces se la sacaba de la boca para que viera como dejaba salir la abundante saliva por las comisuras de los labios.

Decidí acabar con aquello de momento y llevármela a cualquier sitio adecuado para follar. La presioné la nuca hacia mí y entendió perfectamente que estaba a punto de correrme. Tan solo dejo el capullo entre sus labios y la punta de la lengua jugando con la rajita a la espera de me corriera mientras me masturbaba. No esperaba una corrida tan abundante y se atragantó un poco. Enseguida empezó a tragar y se recuperó sin problema.

La ayudé a incorporarse y me metí la polla dentro de los pantalones. La cogí de la mano y tiré de ella hacia la salida. Me preguntó que a donde íbamos y la dije que de momento al coche. Entramos al parking y ya en el ascensor le metí la mano por debajo de la falda y la pellizqué los labios mayores. Al salir del ascensor la fui dirigiendo hacía donde tenía el coche, sin dejar de tocarla el sexo.

Entramos y encendí el contacto para poder abrir el techo corredizo, pero no arranqué el coche. Me miró interrogadoramente, como preguntando ¿y ahora qué? Le dije que se pusiera de pies en el asiento y sacara el cuerpo por el techo. Estaba buscando apoyo cómodo cuando la dije que tenía que separar los muslos todo lo que pudiera. Una vez encontró la posición, hundí mi cara en el coño y lo devoré. La dejé que se corriera dos veces y aunque por ella hubiera seguido, mis intenciones eran meter la polla en aquel agujero que tan bien sabía.

Eché el asiento lo más atrás posible y la dije que descendiera lentamente hasta ponerse de rodillas en el asiento que yo ocupaba. Me sujeté la polla para dirigirla a donde quería y en el momento que sintió el capullo ya dentro de ella, se dejó caer. La saqué el vestido por la cabeza y lo tiré al asiento trasero.

La chupé los pezones con fuerza, absorbiéndoselos y mordiéndolos alternativamente y midiendo su nivel de sensibilidad, porque no todas las mujeres lo tienen igual. Poco duró ese juego. Se recostó sobre el volante para poder clavarse la polla lo más dentro posible y cuando alcanzaba la máxima penetración la movía en círculos sobre mi eje. La posición no era demasiado cómoda y optamos por ponernos de píe. Ella se sujetó con los codos sobre el techo del coche y me rodeó la cintura con sus piernas. La tenía a mi entera disposición y se la clavé sin piedad hasta que dio muestras de ir a correrse de nuevo cuando yo ya no aguantaba más. En cuanto sintió el calor del primer chorro de semen en su interior, se corrió mientras yo acababa.

La ayudé a meterse dentro del coche y saqué en paquete de toallitas húmedas que le ofrecí para limpiarse, pero prefirió recogerse el semen que le resbalaba por los muslos con los dedos y llevárselos a la boca. Después se ocupó de limpiarme la polla con la lengua. Con un morreo dimos por terminada la sesión en el aparcamiento y nos fuimos al pub de unos amigos míos a nos tomamos un par de copas. Ambos sabíamos que tan solo era un preludio para recuperarnos y tomar fuerza para un nuevo asalto. Ya eran los tres de la mañana cuando decidimos marcharnos y lo hicimos a la casa que comparto con dos compañeros y qué por suerte, al ser fin de semana, no estaban en Madrid.

Nada más entrar me preguntó si tenía algún tipo de crema o aceite corporal porque quería que la rompiera el culo y me corriera dentro de ella. Me lo tomé a broma pensando que era una ocurrencia. Que equivocado estaba. Se metió un buen churro de crema corporal y me la chupó hasta que consideró que tenía la consistencia suficiente para poder metérsela.

Se colocó a cuatro patas, como se suele decir, yo me puse detrás de ella y coloqué la punta sobre la entrada del orificio posterior. Se desplazó hacia atrás tan solo lo suficiente para meterse la punta y a continuación me pidió que la ensartara hasta dentro. Tomé aire y de un solo empujón estaba totalmente dentro de ella. Me asustó el grito que pegó, pero como enseguida me dijo que la follara, me tranquilicé.

Me encantó. Hacía mucho que no disfrutaba de una buena penetración anal y esta fue de las que no se olvidan. Estaba claro que ella sabía lo que se hacía y lo disfrutó más que cuando follamos en el coche. Se corrió dos veces antes de que yo lo hiciera y se dedicó a presionarme la polla con los músculos interiores estando dentro de su cuerpo.

En cuanto me corrí me dijo que no se la sacara y nos quedáramos tumbados en el suelo. En esa posición mi cuerpo era casi dos veces el suyo. Un poco después, aún sin sacársela del culo, nos pusimos de lado haciendo la “cucharita” y me pidió que me ocupara de sus pechos. Se los agarré y ella fue dirigiendo como quería que se los estimulara. Llegó un momento que temí hacerla daño de verdad, dadas las salvajadas que me pedía. Pero se corrió dos veces tan solo con el juego de los pechos y cada vez menor presión en su culo, según a mí se me deshinchaba.

Serían las seis de la mañana cuando nos quedamos dormidos. Ya era media mañana cuando sentí que me manipulaban la polla y allí estaba ella, a punto de metérsela en la boca. Me ofrecí para hacer un sesenta y nueve mañanero, pero me dijo que prefería chupármela mientras se masturbaba. Se corrió una vez antes de hacerlo yo y repitió cuando yo lo hice. Se tragó el semen y me preguntó si podía ducharse.

Saqué toallas limpias. Preparé unas tostadas y rallé tomate para untarlas. Salió del baño y se sentó desnuda en un taburete de la cocina. Desayunamos, se vistió, me dio un último morreo y de despidió. Ambos sabíamos que tan solo había sido un rollo ocasional y que ninguno querría repetir. A los dos nos gustaba el sexo sin compromiso.

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