Noche de acción y palomitas

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junio 4, 2024

Para el primer encuentro nos pareció gracioso quedar en un sitio público, donde las cosas no pudieran llegar muy lejos. Nos partimos de la risa escogiendo peli -una ligera, por si perdíamos el hilo- y nos vinimos arriba eligiendo hasta disfraces para ir al cine. Pero al apagarse las luces, comenzaron los nervios.

Allí estábamos los cuatro, cortadísimos, sentados en la última fila. A mi izquierda, mi chico con la máscara de Batman. A mi derecha Superman, un chico de ojos claros, cuerpazo y capa roja. Después su chica, vestida de Catwoman. Yo con diadema y faldita de Wonder Woman, tiritando de frío y deseando que algún súper héroe se acercase para darme calor. Pero nadie se atrevía a romper el hielo.

De repente, Superman se giró hacia mi. – No te importa si cojo de tus… “palomitas”, ¿verdad? – preguntó dedicando a mis piernas una mirada tan osada como su pregunta. En absoluto, me encantará compartirlas – le respondí yo descruzando las piernas y guiñándole un ojo-. Mi chico, que había oído la conversación, aprovechó para preguntarle a Catwoman si podía sentarse a su lado. Nos movimos y así, mezclados pero no revueltos, comenzamos a disfrutar de la peli.

Superman era un encanto y olía estupendamente. Al acariciar mis piernas notó que estaba helada y me cubrió con su capa. – A ver qué tal así – dijo mientras me rodeaba con su brazo. – Muchas gracias, algo mejor – le dije entre tímida y excitada-. Batman y Catwoman estaban también muy entretenidos, cuchicheando y riendo a nuestro lado. Menos mal que la sala estaba casi vacía y el sonido de la peli más bien alto.

El frío se me fue pasando entre besitos y masajes, pero yo seguía cogida de su brazo, acariciando su pecho y la tela vaquera de sus pantalones. El jugaba entre mis muslos bajo la capa, sin dejar sus manos en el mismo lugar por mucho tiempo. Dejé de oír a mi chico y a su chica, y de reojo vi que estaban tan entretenidos como nosotros. Tampoco seguía la película, cuyos gritos y explosiones me sobresaltaban de vez en cuando.

El tiempo se paró en la última fila. Y desee estar sola con aquel hombre, desee que me desnudara, que recorriera mi cuerpo con sus manos, sentir su fuerza y su peso, saborearlo entero, sentirlo dentro. No, no fue buena idea quedar en aquel cine. ¿En qué estaríamos pensando? Mi cuerpo no podía más, quería disfrutarlo allí y ahora. Creo que comencé a gemir ligeramente. Él notó mi excitación y me bajó las bragas bajo la capa. – Estás loco- le dije. Pero mi respiración me delataba, pidiéndole que siguiese.       

-Un momento, alguien está en peligro- dijo cayendo al suelo y deslizándose bajo la capa. -No te atreverás- le dije. -Es mi deber ayudar a quien me necesite- dijo asomándose desde abajo y encogiéndose de hombros. Sentí sus manos separando mis muslos con suavidad. – Me encanta – pensé al sentir su lengua entre las piernas-. Y me dejé llevar mientras sentía su aliento, sus manos, su presión y la humedad procedente de su boca y de mi cuerpo. De repente reparé en el resto, ¿y si alguien nos está mirando? Pero en la sala estaba cada uno a lo suyo. Mi chico en la gloria, mientras Catwoman le hacía una mamada. Me vio mirándolo y me agarró la mano. No sé porqué me excitó tanto aquello. Verle disfrutar con otra chica, mientras era otro el que me provocaba un orgasmo. Le apreté la mano a mi chico y mi cadera se volvió loca, mi pelvis palpitando.       -Guau.. -jadeé-. Y acaricié a Supermán por debajo de la tela roja. Él se incorporó y se limpió la boca con la capa. Le invité a sentarse a mi lado y le di un morreo salvaje. No me preguntéis por qué, pero lejos de saciarme, aquel aperitivo me dejó con más ganas. Mi mente, a 120 grados centígrados en aquel momento, solo podía pensar en una cosa: arrastrar a Superman a cualquier sitio y arrancarle la ropa. Pensé en mi casa, demasiado lejos. En un hotel, demasiado difícil. Entonces, le cogí de la mano y le dije – Sígueme, aún te necesito-. Él dudó sobre si recoger las palomitas del asiento, la capa del suelo o decirle algo a su chica, que seguía de rodillas. Al final se apresuró para no perderme y salimos de la sala. ¿Dónde me llevas?  – dijo sabiendo de sobra la respuesta -. ¿Llevas condones? – pregunté yo-. En la cartera – me dijo-.

Entramos en el baño de las chicas. Solo había dos puertas, nos metimos en una. Abrí su camisa para saborear su torso y olí su perfume impregnado de hormonas. Sus enormes brazos me arrinconaron. Sus manos agarraron con ímpetu mi culo. Las mías se abrieron paso entre los botones de los vaqueros. – Calzoncillos azules -le dije-, los esperaba rojos. Pero ya no pudo contestarme. Sus palabras se ahogaron en un gemido cuando saqué su polla y me la metí en la boca. Cerró los ojos. Y yo seguí lamiendo y recorriendo su pene. – Lo quiero dentro – le dije al rato mirándole a los ojos. Él sacó un condón, se lo puso y levantó mi falda. Sentir cómo entraba en mi cuerpo fue casi como un segundo orgasmo. Lo había deseado tanto, que lo noté avanzando entre mis paredes como a cámara lenta. Una vez dentro, le hice un gesto para que parara. Suspiré agitada, sentí su pene palpitar en mi vagina mientras miraba su rostro, me mordí los labios y jadeé. Él me miraba impaciente, esperando mi señal. Qué guapo – pensé – Yo le empujé un poco para que saliera y lo atraje con fuerza de nuevo. Follamos a mi ritmo, hasta que me corrí de nuevo. Le di las gracias, le besé y le dije: – Te toca, Superman-. Él aceleró, agarró mi cadera, a veces mi culo, y me folló a lo bestia hasta correrse. Apoyada en la pared de aquel baño, su cuerpo sudado sobre el mío, reparé en que ya sí me sentía tranquila – Nos van a echar del cine- le dije riendo-.

Al salir del baño, nos miramos de prisa al espejo y nos arreglamos la ropa lo mejor que pudimos. La película debía estar a punto de terminar. Al entrar de nuevo e

 

n la sala, vimos a Batman bajo la capa y a Catwoman sentada y muy sonriente. En ese momento se encendieron las luces y la gente comenzó a levantarse. Para hacer tiempo y que salieran todos, nos quedamos a leer todo el reparto. Al acabar, nos miramos los cuatro y nos reímos al vernos acalorados y despeinados.

Si las capas hablasen

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